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Fallece el Embajador Máximo Cajal

Queridos compañeros, Al comunicar el fallecimiento de nuestro compañero jubilado el Embajador Máximo Cajal, la JADE quiere rendir homenaje a un diplomático ejemplar cuyos valores y la rectitud y coherencia con que los mantuvo a lo largo de su carrera son un ejemplo de profesionalidad, rigor y eficacia.

Siendo Embajador en Guatemala el Embajador Cajal sobrevivió a la quema de nuestra Embajada perpetrada por las fuerzas de Seguridad de la dictadura militar guatemalteca, el atentado más grave cometido nunca contra una de nuestras representaciones en el exterior, y hubo de soportar después una incalificable campaña de descalificaciones, también en España, que trataron de desviar la atención de las duras condiciones por las que atravesaba entonces aquel país y el abnegado trabajo que el Embajador Cajal y nuestro compañero Jaime Ruiz del Árbol, fallecido en la quema de la Embajada habían venido desarrollando para la protección  de los españoles, sacerdotes y catequistas, que acompañaban a las comunidades indígenas más vulnerables.

El Embajador Cajal participó de una manera determinante en la configuración de la nueva Política Exterior de la España democrática desde los distintos puestos de responsabilidad que ocupó en el Ministerio entre 1984 y 1996, iniciando la participación española en la cooperación política europea, desarrollando la política de seguridad tras el referéndum de 1986 y dirigiendo las negociaciones para la revisión de los Acuerdos con los Estados Unidos. En todos los cometidos que se le asignaron demostró su visión, su capacidad de trabajo en equipo, su firmeza y tenacidad en la defensa de los intereses de España y su convicción de que la política exterior, para ser plenamente eficaz, debía serlo de todo el Estado. En su haber está también la dirección del proceso de reconocimiento al Estado de Israel y la definitiva universalización de nuestro marco de relaciones exteriores.

Tras ser Embajador en Suecia, la OTAN y Paris y Secretario General de Política Exterior y Subsecretario en  Madrid, sus muchos méritos no impidieron, tal vez alentaron, que terminara su carrera profesional como Cónsul en Montpellier en 2002. Pero su voluntad de servicio le llevó, ya jubilado, a seguir colaborando en distintas  iniciativas, en particular el lanzamiento de la «Alianza de Civilizaciones», hoy en el programa regular de trabajo de las Naciones Unidas.

Quienes han trabajado directamente con él recuerdan sus cualidades profesionales y humanas, su capacidad para extraer lo mejor de cada miembro del equipo y su agudo sentido del humor a pesar de su expresión por lo general severa. Siempre entendió que de la lealtad forma parte la obligación de defender las propias ideas y que se sirve mejor opinando que asintiendo. La defensa de los intereses de España fue su único norte y a ese objetivo consagró todo su recorrido personal y profesional. Nos deja numerosos escritos que nos ayudaran a recordar su esfuerzo y sus realizaciones.

Se ha ido un gran diplomático y una gran persona, compañero y amigo. Descanse en paz.

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